Barrio Ejército de los Andes
Barrio Ejército de los Andes, es más conocido como "Fuerte Apache".
Allí nació, Carlos Alberto Tévez (El Apache), en una familia humilde, desde ahí se forjó como jugador, para luego ser unos de los mejores jugadores que tuvo Boca Junior.
Una psicóloga, un rapero, un estudiante de arquitectura y un comunicador social, todos con historias diferentes, pero que se cruzan en un mismo lugar. Al igual que Carlos Tévez, nacieron, se criaron o pasan gran parte de sus días en uno de los barrios más populares y marginados de Ciudadela: Ejército de Andes, conocido por muchos como Fuerte Apache. Ellos son algunos de los muchos que trabajan sin descanso para derribar prejuicios y mejorar la realidad de sus vecinos.
Los sucesivos nombres de Fuerte Apache son la historia de un estigma social. Sus primeros habitantes lo llamaron barrio Padre Mujica, en homenaje al sacerdote que los había cuidado en la Villa 31 de Retiro, y que fue asesinado por la Triple A, pocos días antes de la mudanza.
La dictadura militar les borró el recuerdo y lo oficializó como barrio Ejército de los Andes. La anarquía delictiva de un puñado de moradores, en 1985, le dio su bautismo final, inspirado en la película Fuerte Apache, el Bronx.
Desde su primer momento de fama, allá por el ‘92, el ingreso de un desconocido al barrio se supone una especie de misión imposible, un viaje peligroso como si se tratara de atravesar un tiroteo permanente. Este diario se contactó con un estudiante de antropología que vive desde los cuatro años en una torre. Fue su padre, un hombre llegado en 1975 desde la villa de Retiro, quien ofició de guía y se ocupó de presentar a los vecinos, alertar sobre las zonas calientes. “Entren solos hasta mi casa, no pasa nada”, alentó antes de la visita. “Hasta acá llegamos con la cámara, demos media vuelta”, avisó cuando caía la tarde antes de cruzarse con un grupo de muchachos que hacían tiempo bajo el Nudo 1, en uno de los extremos del complejo, a varias cuadras de los edificios muertos.
El recelo y la incertidumbre se instalaron hace quince días, tras los desalojos masivos de los nudos 8 y 9. Una resolución judicial obligó a desocupar sus casas a unas dos mil personas por fallas estructurales de las construcciones. Ya están listos para el derrumbe. Mónica Miño, con una de esas caras que dan la injusta impresión de que es una mujer de pocos amigos, cuenta esa diáspora caótica y simultánea. Esos días no durmió ni pudo sentarse, entre la mudanza y la búsqueda desesperada de una casa posible de pagar con la indemnización de 22 mil pesos. Como a la mayoría, no le quedó otra que comprar un departamento en el barrio. La noticia de los desalojos hizo estallar los precios inmobiliarios. Los departamentos pasaron de 7 mil a 20. Las casas de los alrededores aumentaron al doble. Si la idea del derrumbe daba letra al gobierno de Carlos Ruckauf para pregonar la idea de una “limpieza”, falló de una manera perversa: casi el único lugar accesible volvió a ser el mismo Fuerte Apache.
Etiquetas : Artículos
Carlos Perez
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- Carlos Perez
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